Umbral del Dolor
Fuente: Jordi Jarque (ES. 16 julio 2011)
Según los expertos sin el dolor no podríamos vivir, pero aún siendo necesario para la supervivencia es un fastidio y a algunas personas les puede amargar la vida. El sentido del humor, o la actitud con la que se afronta puede ayudar a aliviar. No estamos hablando de dolor agudo que se puede dar ante una quemadura o en el instante de un golpe, sino del dolor crónico. Según la International Association for the Study of Pain(IASP) a diferencia del dolor agudo, el crónico “persiste durante un periodo de tiempo superior a los tres meses y con frecuencia es de difícil tratamiento. Puede causar problemas importantes a los pacientes y tiene repercusiones negativas sobre su calidad de vida.
Carlos Martin, coordinador del grupo de estudio de dolor neuropático de la Sociedad Española de Neurología explica que el dolor “es una experiencia sensorial y emocional con un contenido desagradable y que no necesariamente está relacionada con el dolor real”. Según José Ignacio Calvo Sáez Jefe de la unidad de dolor del hospital de Navarra y vocal de la Sociedad Española del Dolor, asegura que la complicación viene dada “porque es una experiencia totalmente subjetiva”. La percepción de dolor en general es distinta si las personas viven habitualmente en la ciudad o en el campo. Y también intervienen factores religiosos y culturales. El proceso del dolor se puede dividir en tres fases: la puramente sensorial, la relacionada con el sistema límbico (asociada a las emociones, a cómo vive el individuo el dolor) y el área cognitiva e intelectual en donde se define como afronta la persona el dolor.
Luis Aliaga, fundador de la clínica del dolor del hospital de Sant Pau y coordinador de la Clínica del dolor del centro médico Teknon, destaca el peso de las experiencias vividas. “Hay una causa objetiva, pero siempre hay elementos que lo pueden magnificar. Cada individuo aprende la aplicación de esta palabra a través de experiencias relacionadas con lesiones en las etapas tempranas de la vida. Las personas más vulnerables, más sensibles al dolor, son las que tienen menos recursos emocionales para encontrar fuentes de satisfacción. Hay una íntima relación entre la depresión y el dolor. Los estudios señalan que los mecanismos de los neurotransmisores asociados al dolor y a la depresión están íntimamente relacionados. El dolor es un proceso perceptivo cuya importancia en la vida personal depende de factores como los estados de ánimo, el ambiente, el soporte social y los recursos económicos. Si solo tratamos el dolor con analgésicos y antiinflamatorios, nos olvidamos del sufrimiento. Y el sufrimiento incide mucho en el dolor. Antes se decía que todo estaba en el cuerpo y otros aseguraban que todo estaba en la cabeza. Ahora sabemos que se produce una interacción. La incertidumbre que puede producir la falta de diagnóstico, el no saber la causa del dolor, es un factor que incide negativamente. El desconocimiento influye.
Ángel López Hanrath, terapeuta en shiatsu y acupuntor: cada persona tiene su dolor. El dolor es subjetivo “hasta el punto que este aparece y desaparece en función de lo que hacemos. Tengo una paciente de 86 años que siempre se queja de dolor, pero ella misma reconoce que desaparece cuando cada tarde va a jugar a cartas con otros abuelos. En su caso es dolor social.
Afirma que el dolor es controlable. Si tienes una obligación laboral eres capaz de soportar molestias que en fin de semana se vuelven insoportables. El organismo físico envía sus mensajes y es la menta la que les da más o menos importancia. Los deportistas utilizan varios métodos para el control del dolor poniendo la atención en otra parte del cuerpo, en el paisaje que les rodea o en el sonido de los espectadores. En ese caso los receptores de los opiáceos naturales, como las endorfinas, actúan como analgésicos sin interferir en la actividad motora. Estas evitan que el cerebro sea consciente del dolor. El deporte es uno de los mejores motores de producción de endorfinas. El ejercicio ayuda a regular el dolor.
La mejor previsión para el dolor es el movimiento. Dolor es estancamiento, si nos paramos, nos duele. El ejercicio físico, divertido, en compañía y no muy exigente es un buen aliado para prevenir el dolor: deporte pero también bailar, yoga, chi kung, etc. Son estímulos internos y externos que pueden ayudar al organismo.
Margarita Puig: En el mundo occidental hay una variabilidad de hasta el 20% en la sensación del dolor. Además, tiene un componente emocional importantísimo. Y pone el ejemplo de como la ansiedad afecta a la percepción de dolor. “Cuanta más ansiedad tenga un paciente antes de una operación quirúrgica, mayor sensación de dolor en el post-operatorio. La gente que habitualmente consume cocaína o heroína, generalmente tiene mucha más sensibilidad al dolor. Tienen una hipersensibilidad aumentada. El factor genético también está presente, pero hay muchos componentes que interactúan y en eses sentido es difícil afirmar nada en concreto. Lo que si se ha constatado es que las mujeres consumen más medicamentos para el dolor. Existen igualmente estudios que muestran diferencias en la percepción del dolor según el sexo. En siete de los 10 estudios incluidos, las diferencias entre mujeres y hombres fueron estadísticamente significativas. Contrariamente a lo que se piensa parece ser que los hombres, en general aguantan más el dolor.
Encontrar significado en el sufrimiento
Fuente : El arte de la Felicidad Dalai Lama con Howard C. Cutler, M.D.
Víctor Frankl un psiquiatra judío detenido por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, dijo en cierta ocasión: El hombre está dispuesto y preparado para soportar cualquier sufrimiento siempre y cuando pueda encontrarle un significado. Frankl utilizó su brutal e inhumana experiencia en los campos de concentración para tratar de comprender cómo pudieron sobrevivir algunos a tantas atrocidades y determinó que la supervivencia no se apoyaba en la juventud o en la fortaleza física, sino en la fortaleza derivada de hallar un significado a esa experiencia.
Descubrir el significado del sufrimiento constituye una poderosa ayuda para afrontar las situaciones, incluso las más difíciles. Pero no resulta tarea fácil encontrar significado en nuestro sufrimiento. A menudo, el sufrimiento parece fortuito, sin significado. Y, aunque nos encontramos en medio de nuestro dolor y sufrimiento, toda nuestra energía se centra en alejarnos del mismo. Durante los periodos de crisis aguda parece imposible reflexionar sobre cualquier significado que pueda esconder nuestro sufrimiento. A menudo, lo único que podemos hacer es soportarlo. Y es natural considerarlo una injusticia y preguntarnos: “¿Por qué a mí? Afortunadamente, sin embargo, en los momentos de alivio o en los periodos posteriores a experiencias de sufrimiento agudo, podemos reflexionar sobre él y buscar su significado. El tiempo y el esfuerzo dedicados a buscar significado al sufrimiento aportaran muchos beneficios cuando ocurran las desgracias. Pero para ello tenemos que iniciar nuestra búsqueda cuando las cosas nos van bien. Un árbol con raíces fuertes puede resistir la tormenta más violenta, pero no puede desarrollar sus raíces cuando la tormenta aparece ya en el horizonte.
Así pues, ¿por dónde empezar nuestra búsqueda del significado del sufrimiento? Para muchas personas, esa búsqueda se inicia con su fe religiosa. Aunque las religiones difieren sobre el significado que dan al sufrimiento, todas ofrecen estrategias para responder a él, basadas en sus creencias fundamentales. Para el budismo y el hinduismo, por ejemplo, es el resultado de nuestras acciones negativas y se le considera un catalizador para la búsqueda de la liberación espiritual.
En la tradición judeocristiana, el universo fue creado por un Dios bueno y justo y aunque su plan sea misterioso e indescifrable a veces, nuestra fe y confianza en sus designios nos permiten tolerar más fácilmente nuestro sufrimiento, confiar, como dice el Talmud, en que “todo lo que hace Dios, lo hace para bien”. La vida seguirá siendo sin duda dolorosa, pero como el dolor que experimenta la mujer al dar a luz, confiamos en que será superado por el bien que trae. El reto en estas confesiones religiosas estriba en que, con frecuencia, no se nos revela el bien último. No obstante, aquellos que tienen una fe firme se ven apoyados por la convicción de que en el sufrimiento se expresa un propósito divino, como aconseja un sabio hasídico: “Cuando un hombre sufre, no debería decir: “¡Estos es muy malo!, ya que nada de lo que Dios le impone al hombre es malo. Pedro es correcto exclamar: “¡Esto es amargo!, pues entre las medicinas hay algunas que están hechas con hierbas amargas. Así pues, desde una perspectiva judeocristiana, el sufrimiento puede servir para muchos propósitos: ponernos a prueba y fortalecer nuestra fe, acercarnos íntimamente a Dios debilitar los lazos con el mundo material e inducirnos a acudir a Dios como nuestro refugio.
Aunque la fe puede ofrecer una valiosa ayuda para encontrar significado, aquellos que no poseen creencias religiosas también pueden encontrarlo en su sufrimiento después de una cuidadosa reflexión. A pesar del universal rechazo del sufrimiento, caben pocas dudas de que fortalece y ahonda la comprensión de la vida. En cierta ocasión el doctor Martin Luther King Jr. Dijo: “Aquello que no me destruye, me hace más fuerte”. Y aunque es natural encogerse ante el sufrimiento, este puede contribuir a sacar lo mejor de nosotros. En el tercer hombre, de Graham Greene, se lee: Los treinta años bajo los Borgia trajeron a Italia guerras, terror, asesinatos, pero también a Miguel Ángel, a Leonardo da Vinci, el Renacimiento. Suiza, donde predominaba el amor fraternal, ¿Qué ha producido durante quinientos años de democracia y paz? : “El reloj de cuco”
Aunque el sufrimiento sirva a veces para endurecernos, para fortalecernos, en otras ocasiones llega a ser valioso por lo contrario, por ablandarnos, haciéndonos más sensibles. La vulnerabilidad que experimentamos en nuestro sufrimiento suele producir una apertura y profundiza nuestra conexión con los demás. El poeta William Word-sworth exclamó:” Una profunda angustia ha humanizado mi alma”.
El Dalai Lama ha hablado sobre la utilización del sufrimiento en el camino budista.
En la práctica budista se puede utilizar el sufrimiento personal para intensificar la compasión, como una oportunidad para el Tong-len. Se trata de una práctica Mahayana en la que se asume mentalmente el dolor y el sufrimiento de otro, ofreciéndole todos tus recursos, buena salud, fortuna, etc. Que mi sufrimiento sea un sustituto del sufrimiento de otros seres. Que este sufrimiento pueda salvar a todos los seres que experimentan un dolor similar. De ese modo, se utiliza el sufrimiento como una oportunidad para asumir el sufrimiento de los otros.
Aquí debería señalar una cosa. Si, por ejemplo, caigo enfermo y empleo esta técnica, pensando: “Que mi enfermedad libere a otros de una enfermedad similar” y me visualizo aceptando el sufrimiento ajeno y transmitiendo buena salud, no pretendo decir con ello que haya de olvidarme de mi propia salud. Al pensar en la enfermedad, lo primero que hay que hacer es tomar medidas para no sufrir a causa de ella. Luego, si a pesar de todo se cae enfermo, es importante no pasar por alto la necesidad de tomar los medicamentos apropiados.
No obstante, una vez que se ha enfermado, prácticas como la del Tong-Len suponen una diferencia significativa en la actitud con que se afronta la situación. En lugar de lamentarse, de sentir pena por uno mismo y de verse abrumado por la ansiedad y la preocupación, puede uno salvarse del sufrimiento mental adicional al adoptar la actitud correcta. Practicar la meditación Tong-Len o dar y recibir, quizás no consiga aliviar el dolor físico o conducir a una cura en términos físicos, pero nos protege de un dolor psicológico innecesario. Se puede pensar: Que al experimentar este sufrimiento pueda salvar a otros que pasen por la misma experiencia, entonces el propio sufrimiento adquiere un nuevo significado, al ser utilizado como el fundamento de una práctica religiosa o espiritual.
Además es posible llagar a ver la situación como un privilegio, como una oportunidad de enriquecimiento.
En el camino budista reflexionar sobre el sufrimiento tiene una tremenda importancia porque al aprehender su naturaleza desarrollamos una mayor resolución de eliminar tanto las causas que lo producen como los actos insanos que conducen al mismo. Eso aumentará a su vez el entusiasmo por las acciones sanas que conducen a la felicidad y la alegría.
Reflexionar sobre el sufrimiento contribuye a reducir la arrogancia. Nos ayuda a desarrollar empatía, lo que nos permite acercarnos a los sentimientos y el sufrimiento de los demás, aumenta nuestra capacidad para la compasión y nos ayuda por tanto a conectar con los demás.
Al reflexionar sobre el sufrimiento durante los momentos de bienestar, descubrimos a menudo un valor y un significado profundo en el. En ocasiones, sin embargo, nos vemos enfrentados a padecimientos que no parecen tener ninguna cualidad redentora. El dolor físico pertenece a esa categoría. Pero hay una diferencia entre el dolor físico, que es un proceso fisiológico y el sufrimiento, que es nuestra respuesta mental y emocional al mismo. Podemos encontrar una finalidad detrás de nuestro dolor, capaz de modificar nuestra actitud hacia el mismo? Y si cambiamos de actitud, ¿disminuiría el grado de sufrimiento?
En su libro Dolor: el don que nadie quiere, el doctor Paul Brand explora el valor del dolor físico. Brand, un cirujano de prestigio mundial y especialista en lepra, pasó los primeros años de su vida en la India, donde, como hijo de misioneros, se vio rodeado de personas que Vivían en condiciones de extremada pobreza y sufrimiento. Al observar en ellos una mayor tolerancia al dolor físico que en Occidente, se interesó por el fenómeno del dolor y efectuó un notable descubrimiento: la putrefacción de la carne se debía a la pérdida de la sensación de dolor en las extremidades. Al no contar con la protección del dolor, los pacientes de lepra no disponían de un sistema que les advirtiera del daño en los tejidos. El doctor Brand vio a pacientes que caminaban o corrían sobre extremidades cuya piel estaba desgarrada o incluso con los huesos al descubierto, lo que causaba su rápida destrucción. A veces incluso introducían la mano en el fuego para retirar algo sin sentir dolor.
Observó también en ellos una actitud de lo más indiferente hacia la autodestrucción. En su libro, Brand presenta muchos ejemplos de los efectos destructivos de vivir sin sensación de dolor, las heridas recurrentes, las ratas que roían los dedos de manos y pies mientras el paciente dormía tranquilamente.
Después de una larga experiencia con pacientes que sufrían dolores agudos y con otros insensibles, Brand llegó a considerar el dolor no como el enemigo que es en Occidente, sino como un sistema biológico complejo que nos advierte para protegernos. Pero ¿Por qué entonces la experiencia del dolor tiene que ser tan desagradable? Brand afirma que precisamente en eso reside su efectividad, pues obliga al organismo a afrontar el problema. Aunque el cuerpo cuenta con movimientos reflejos de protección, es la sensación de dolor la que impulsa a todo el organismo a prestar atención y actuar. También graba la experiencia en la memoria y nos sirve para protegernos en el futuro.
Así como encontrar significado a nuestro sufrimiento nos ayuda a afrontar los problemas, para Brand la comprensión de la finalidad del dolor físico contribuye a disminuir el sufrimiento. Si nos preparamos para el dolor, si comprendemos su naturaleza y reflexionamos sobre lo que sería la vida sin esa sensación, invertiremos en lo que Brand llama un “seguro para el dolor”. No obstante, y como quiera que el dolor agudo es capaz de acabar con toda objetividad, tenemos que reflexionar sobre el antes de que aparezca. Si somos capaces de pensar en el dolor como “un discurso que pronuncia nuestro cuerpo sobre un tema de importancia vital, de una intensidad tal que llama inevitablemente nuestra atención, entonces empezará a cambiar nuestra actitud y en consecuencia disminuirá nuestro sufrimiento. Estoy convencido afirma Brand, de que la actitud que hayamos cultivado puede determinar el grado de sufrimiento cuando el dolor nos llegue. Incluso cree que podemos desarrollar un sentimiento de gratitud ante el dolor.
No cabe la menor duda de que nuestra actitud y perspectiva mentales determinan el grado de sufrimiento. Supongamos que dos individuos, un trabajador de la construcción y un pianista, sufren la misma herida en un dedo. Aunque el dolor será el mismo para ambos, el obrero de la construcción sufre menos y hasta se alegra si la herida le procura ese mes de vacaciones pagadas que tanto necesitaba, mientras que esa misma lesión causa un intenso sufrimiento en el otro al impedirle tocar el piano, fuente fundamental de alegría en su vida.
Esto ha sido demostrado por numerosos estudios y experimentos científicos. Los investigadores han explorado las vías mediante las que se percibe el dolor: se inicia con una señal sensorial, una alarma que se dispara en cuanto las terminaciones nerviosas son estimuladas. Millones de señales viajan por la medula espinal hasta la base del cerebro, que las clasifica y envía un mensaje a las zonas superiores, donde se elabora una respuesta. Es en esta fase en la que se le asigna valor al dolor, es decir, es en la mente donde convertimos el dolor en sufrimiento. Para disminuir este, tenemos que efectuar una distinción entre el dolor que percibimos y el que creamos mediante nuestros pensamientos. El temor, la cólera, la culpabilidad, la soledad y la impotencia son respuestas capaces de intensificar el dolor. Así que, al afrontar el dolor, debemos trabajar en los niveles más bajos de percepción del mismo, utilizar las herramientas de la medicina moderna, como los medicamentos por ejemplo, pero también podemos trabajar en los niveles superiores mediante la modificación de nuestra perspectiva y nuestra actitud.
Muchos investigadores han examinado el papel de la mente en la percepción del dolor. Pavlov entreno incluso a perros para que superaran el dolor al asociar una descarga eléctrica con una recompensa en forma de alimento. Ronald Melzak fue más lejos. Crió cachorros de terrier escoces en un ambiente protegido, sin los problemas propios del crecimiento. Estos perros no consiguieron aprender las respuestas básicas al dolor, no reaccionaban, por ejemplo, cuando se les pinchaba las patas con un alfiler, en contraposición con sus compañeros de camada, que gañían de dolor cuando se les pinchaba. Sobre la base de experimentos como estos., Melzak llego a la conclusión de que buena parte de lo que llamamos dolor, incluida la respuesta emocional de displacer, era algo aprendido, no instintivo. Otros experimentos realizados con seres humanos, en los que se aplicó la hipnosis y se utilizaron placebos, han demostrado también que, en muchos casos, las funciones superiores del cerebro pueden aceptar o descartar las señales de dolor que reciben. Esto indica que la mente puede determinar a menudo cómo percibimos el dolor y ayuda a explicar los interesantes descubrimientos de investigadores como Richard Stern-back y Bernard Tursky, de la Escuela de Medicina de Harvard(más tarde confirmados por un estudio de Maryann Bates y colaboradores), quienes observaron diferencias significativas entre los diferentes grupos étnicos en cuanto a capacidad para percibir y resistir el dolor. Parece, por tanto, que la afirmación de que nuestra actitud puede influir en el grado de sufrimiento no es una especulación, sino que está apoyada en pruebas científicas. En sus investigaciones, Brand hace otra observación fundamental.
Sus pacientes de lepra declaran: Claro que puedo verme las manos y los pies, pero no los percibo como si fueran parte de mí. Es como si fueran simples herramientas. Así pues, el dolor no sólo nos advierte y nos protege, sino que unifica nuestro cuerpo. Sin la sensación de dolor en manos o pies, estos miembros parecen no pertenecer a él.
Y así como el dolor físico unifica nuestro cuerpo, la experiencia general del sufrimiento nos conecta a los demás. Quizá sea ese el significado principal del sufrimiento, una condición que compartimos con los demás, que une a todas las criaturas vivas.