Cuenta una historia recogida en la antigua China que el sabio Confucio animó a uno de sus discípulos a caminar por un bosque cercano a su monasterio. Mientras el maestro paseaba distraídamente, silbando y observando los árboles y los pájaros con los que iba cruzándose por el camino , su acompañante parecía nervioso e inquieto. No tenía ni idea de adónde se dirigían. Las horas pasaban y cada vez se hallaban más inmersos en la profundidad del bosque. Los rayos de sol apenas penetraban entre las hojas de los árboles y la humedad impregnaba la tierra. Pero el joven no prestaba atención a la vegetación ni a los animales, a los colores y lo olores, pues se encontraba demasiado distraído por la duda de su destino. Finalmente, harto de esperar, el joven discípulo rompió su largo silencio y le preguntó : Maestro ¿ adónde vamos? y Confucio, con una amable sonrisa dibujada en su rostro, le contestó : Ya estamos.
El joven discípulo, sorprendido, alzó la mirada y por primera vez desde que entró en el bosque vió lo que había a su alrededor. Y no pudo evitar sonreir.
Fuente : ES de la Vanguardia 28/9/13
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