Antes que nada este artículo tiene como finalidad de una forma breve hacer conocer el enfoque occidental y budista en relación a una misma emoción, la IRA.
Me voy a valer de dos textos Psicología de la Emoción (Enrique Fernández-Abascal, Beatriz García Rodríguez, Ma.Pilar Jiménez Sánchez, Ma.Dolores Matin Díaz, Francisco Javier Domínguez Sánchez – 2010-UNED) y Sabiduría Emocional(S: S: El Dalai Lama y Paul Ekman 2009).
Psicología Occidental
La Ira
Definición
La ira es el sentimiento que emerge cuando la persona se ve sometida a situaciones que le producen frustración o que le resultan aversivas. Interrumpe los procesos cognitivos que se hallan en curso, centrando la atención y la expresión de afectos negativos en el agente que la instiga y actuando como defensa en situaciones que comprometen la integridad física o la autoimagen y la propia estima.
Pocas emociones permiten a la persona emprender y mantener planes de acción o de defensa con la presteza, intensidad y determinación con que lo hace la ira.
La ira dota de energía y facilita las transacciones del individuo con su medio, pero que no necesariamente aboca al resentimiento o la agresividad.
Procesamiento cognitivo de la ira:
La ira es una emoción que emerge en respuesta a una contingencia o estimulo que se plantea a la persona de forma súbita y sorprendente. Esta capacidad de impresionar está determinada, básicamente por dos factores: Por una parte, el sujeto tiene poco o nula experiencia con la circunstancia o estimulo instigador, de modo que aún no ha tenido ocasión de habituarse o familiarizarse con el (por ejemplo, los actos terroristas puntuales y esporádicos, en general provocan sentimientos de ira más intensos que la muerte continuada que tiene lugar en el campo de batalla, en el marco de un conflicto bélico de larga duración). Por otra parte, tenemos muy poca capacidad para anticipar la ocurrencia de este tipo de situaciones, lo que genera indefensión ante ellas (piénsese, por ejemplo, en lo inopinado e imprevisible de sucesos tales como un arañazo en la carrocería de nuestro coche nuevo, un impuesto que se nos ha cobrado indebidamente, un robo o un conflicto con la pareja) es decir, son contingencias poco predecibles y sobre las que tenemos muy bajo nivel de control.
Su carácter frustrante, sorpresivo e incontrolable, hace que la situación tenga connotaciones desagradables para la persona que en grado variable se siente trastornada, alienada, descompensada o fuera de sí.
El suceso tiene gran trascendencia para el individuo para quien supone una alteración en su plan de acción y un bloqueo en el acceso a las metas esperadas.
La urgencia impuesta por el evento instigador de la ira llevara al sujeto a valorar la posibilidad de afrontarlo. En este tipo de valoración y en lo que la ira concierne, identificamos como causa o agente de la situación a otra persona a quien además atribuimos intencionalidad es decir consideramos que su conducta fue premeditada y malintencionada. La ira solo emerge si, como resultado de la valoración de la situación, entendemos que podemos ejercer un grado de control alto sobre las consecuencias del acontecimiento, nos consideramos competentes para afrontarlas y para acomodarnos al nuevo estado de cosas al que aquellas puedan dar lugar.
La persona airada considera censurable la acción del agente a quien atribuye la autoría del acontecimiento instigador de su estado emocional. No obstante, tanto las actuaciones que esta empresa para afrontar la situación como la manifestación explicita de su estado emocional, estarán moldadas por las normas sociales y éticas al uso (por ejemplo, no mostrar conductas violentas, amenazar o gritar) pero también resultaran determinantes las normas de conducta propias de cada individuo, así como la opinión y expectativas que otras personas significativas para el sujeto puedan tener sobre su conducta.
Fuente (Psicología de la Emoción Uned)
Budista
La Ira
El Dalai Lama afirma que no deberíamos tener empacho en emplear la fuerza para detener la acción sin perder, por ello, la compasión por el actor (Definición perfecta de la ira constructiva). Ira hacia la acción y no hacia la persona, esforzarnos en poner fin a la acción. Debemos mostrarnos compasivos con la persona, con el actor, pero airados con la acción.
Si supiéramos que estamos adentrándonos en una situación emocionalmente problemática, en una situación que puede aterrorizar o enfurecernos, para responder de un modo constructivo, el Dalai Lama sugiere a este respecto “no tomarse las cosas demasiado en serio”.
Una actitud relajada supone, en este sentido, una gran diferencia. Cuanto mayor es la carga y la responsabilidad, mayor es también la vulnerabilidad a las situaciones emocionales.
Cuando estamos atrapados por una ira muy intensa, empleamos palabras demasiado duras e hirientes. Cierto maestro tibetano escribió un hermoso poema en el que dice que, aun las personas más estimadas y próximas pueden, como resultado de una o dos palabras equivocadas, acabar convirtiéndose mañana en nuestros peores enemigos.
¿Existe algún tipo de ira vengativa inmediata que no requiera un tiempo de maduración? Por supuesto, hay casos en los que la reflexión sobre lo que le han hecho aumente, en consecuencia, su enfado y quiera dañar al a otra persona. ¿Pero existe una ira vengativa más inmediata? Hace un tiempo había en ciertas regiones del Tíbet, una cultura que, como la siciliana, concedía mucha importancia a la venganza, hasta el punto de que las familias cuyos hijos no podían vengar la muerte de un familiar perdían estatus. En estos casos la ira vengativa es más inmediata.
La psicología budista afirma la existencia de una correlación entre dos emociones, la identificación, por una parte y lo que, por la otra, suele traducirse como aversión o ira y que se refiere a la expresión de dos formas diferentes de compromiso con un determinado objeto. La identificación consiste básicamente en la expresión de una atracción por un objeto o persona, una forma de conexión, mientras que la aversión o ira, por su parte, se halla en el extremo opuesto. La identificación va acompañada de la sensación de atracción, unión o fusión con el objeto, mientras que la aversión, por su parte, se caracteriza por el rechazo del objeto. N la ira motivada por la compasión, sin embargo, no hay rechazo alguno, porque la compasión mantiene el compromiso y la intención de ayudar al objeto, pero lo hace empleando un estado mental airado o colérico.
El actor y el Acto: La aplicación de la atención plena a la ira aspira a recordar lo que hemos aprendido sobre la naturaleza destructiva de la ira y de ciertas conductas. Desde el punto de vista de la ética budista existen acciones físicas, acciones mentales y acciones verbales.
Y la atención plena se aplica a las tres modalidades. El lapso entre el estado mental y su manifestación en una acción es más largo, en el caso de las acciones verbales y físicas, que en el de los procesos mentales. La aplicación de la atención plena y del conocimiento de las consecuencias destructivas de la ira al control de la conciencia puede bastar, debido al mayor lapso de tiempo existente en este caso, para que no se comprometa en actividades físicas y verbales dañinas. La atención plena a estas consecuencias destructivas nos permite observar de continuo nuestro estado mental, hasta el punto de poder detectar la emergencia de los primeros indicios de la ira. Otra cosa es si somos o no capaces de impedir la emergencia de la ira, porque tal cosa puede depender de nuestro nivel de práctica, del desarrollo de nuestra mente y de muchos otros factores.
La propuesta de centrar la ira en la acción reprensible, no en el actor, aparece formulada del mismo modo en los últimos escritos de Richard Lazarus, teórico de la emoción y profesor en la universidad of California de Berkeley.Lo que se necesita, es proporcionar a las personas la práctica suficiente para hacerlo. Podríamos revisar la situación en la que dirigimos la ira contra el actor y preguntarnos como podríamos, en su lugar, haberla dirigido hacia el acto, lo que la despoja de cierta vitalidad.
Necesitamos elaborar ejercicios para el desarrollo de esta habilidad.
La ira en sí misma, es negativa. Pero hay casos en que su motivación, es decir, la causa que la ha desencadenado, la convierte en algo positivo.
La ira como cualquier otra emoción se considera dañina. La ira puede hasta cierto punto y en cierta medida ser normales. Sin embargo más allá de ese punto puede ser excesiva y resultar dañina. Cuando tratamos de lastimar a la persona perdemos el control. El uso de la compasión hacia una persona, hará que disminuya nuestro enfado debido a la preocupación y compasión por la persona.
Fuente: Sabiduría Emocional - S.S. El Dalai Lama y Paul Ekman
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