Los adolescentes de hoy día " se encierran más porque se sienten más solos e inseguros que nunca. Les resulta difícil encontrar ayuda porque todo está protocolizado y ritualizado, incluso las tutorías escolares. Los chavales no pueden acudir de forma espontánea al vecino, al primo, al cura o al médico de la familia como hacíamos antes. El catedrático emérito de Sociología de Deusto cree que " nunca ha sido tan difícil ser adolescente como ahora" por razones familiares , económicas, de cambio en las relaciones entre iguales y las mayores exigencias educativas. Javier Elzo(catedráditico emérito Sociologia Deusto) cree que muchos jóvenes viven en entornos familiares cambiantes o inestables por la separación de los padres y otros muchos llegan a casa y se encuentran que no hay nadie y que pasan muchas horas solos, lo que aumenta su inseguridad. Por otra parte sostiene que algunas de las formas actuales de relación evidencian lo que denomina "un socialismo grupal" , chavales que se reúnen o que se contactan por Twiter o WhatsApp pero sin conversar, manteniendo un contacto muy superficial. Y enfatiza que eso se suma la inseguridad sobre su futuro que se deriva de las actuales condiciones económicas y la fuerte presión formativa y de evaluación continua a que están sometidos en la escuela y en sus casas. " Yo me pregunto si la gigantesca presión que viven los jóvenes por tener buenas calificaciones, pasar un montón de exámenes y adquirir múltiples habilidades no está detrás de la elevada tasa de fracaso escolar, especula. (fuente : Una sana soledad adolescente- ES de la Vanguardia 13/04/13).
“Debo volver al mar, al solitario mar y al cielo,
Y solo pido un buen barco y una estrella para guiarlo,
Y la fuerza del timón, el canto del viento y la vela blanca resoplando,
Y una niebla gris en la faz de la mar y el gris amanecer despuntando”
John Masefield, Fiebre marina
Introducción
Este trabajo de investigación sobre la Adolescencia, como aportación a mi investigación he tratado de recopilar información diferente a la existente en la Internet, aparte de esto como madre de una preadolescente he buscado la información que pienso necesito saber para poder enfrentar esta nueva etapa.
Transcribiré el concepto de lo que es Psicología Social con el propósito de ver lo importante de nuestro entorno para el desarrollo del ser humano en general:
G.W.Allport: “Un intento de comprender y explicar cómo el pensamiento, el sentimiento y la conducta de las personas son influídos por la presencia real, imaginada o implícita de otros” (1954, 1968,1985, p.3).
Esta definición permite interpretar como la influencia que genera la presencia de los otros es bidireccional. La persona no solo es objeto de la influencia, sino que también responde a ella al poner en marcha su conducta y sus procesos psicológicos. Fuente: Texto Ps.Social Uned.
Al contrario de lo que solemos creer el proceso de evolución y desarrollo humano, psíquico y físico, no se detiene al final de la adolescencia: prosigue durante toda la vida. A lo largo de la vida no cambian las emociones, solo cambia nuestra capacidad de gestión y nuestros recursos frente a estas emociones. Tras los años de la infancia y la adolescencia el adulto sale al mundo exterior donde ha de aprender a vivir sin la protección del hogar de los padres y sin su consiguiente red de seguridad emocional.
La emoción no es debilidad. Sin emoción no hay vida plena. No se pueden ignorar las emociones porque nunca desaparecen: estamos obligados a hacer algo con ellas. Si las apartamos, reaparecen en sueños o bien a través de otras manifestaciones inconscientes, como las crisis de angustia, tan corrientes en las crisis de la edad adulta. La psique se resiste a morir, a despojarse de las ganas de vivir y de sentir. El instinto lucha por seguir vivo. Aquellas personas que creen que el paso de los años entraña la renuncia a las emociones y a los sueños aceptan tácitamente envejecer, aceleran incluso el proceso de envejecimiento, físico y psíquico, para acabar cuanto antes con el dolor de la lucha interna que padecen.
La vida después de los 40 años debería ser una vida rica psíquicamente: las emociones son tan rotundas como a los 20 años, pero se ha acumulado experiencia para hacer frente a la marea emocional, e intuición y templanza para recorrer el camino de forma más deliberada. Otro elemento importante en toda vida humana es la integridad, la fusión de la identidad pública y privada. Una identidad adulta sana encajara tanto con nuestra personalidad como con el mundo que nos rodea. Los adultos emocionalmente maduros saben que el mundo es inseguro y cambiante y que nada externo puede darles una seguridad real. Buscan, por tanto, esa serenidad en su interior. Así, cuando los problemas acechan es posible que hallemos en nosotros mismos un lugar emocionalmente seguro al que acudir- el hogar invisible que todos llevamos dentro.
“La vida necesita ritmo y estructura, pero no acepte que estos sean rígidos, porque entonces no estarán vivos. Haga su propia música, cree un jardín como un cuento de hadas, cocine una cena de reyes, ame como Romeo. Cuando uno abandona el camino corriente esculpe un paisaje en el alma y la vida ya no es una línea recta del nacimiento a la muerte. Surge un paisaje con montañas y campos que dan estructura y energía al alma. Más tarde todo se poblara de ricas memorias” Escritora Lise Heyboer.
En este camino y en este paisaje cualquier apoyo es bienvenido: la mirada cómplice, la palabra de aliento, el destello de comprensión. Nacer y vivir en este gigantesco y apasionante laboratorio humano implica una soledad implacable, a veces difícil de superar. Sin embargo, no podemos renunciar a encontrar el sentido de nuestra vida ni a compartirlo con los demás, desde la compasión y el respeto que merecen tantas personas por el esfuerzo inmenso que supone aprender a vivir sin miedo. (Texto Brújula para navegantes emocionales)
1.- ¿Qué es la Adolescencia?
La Adolescencia periodo de transición entre la niñez y la edad adulta en el que se producen cambios y transformaciones muy importantes en el desarrollo físico, cognitivo y psicosocial de la persona. Se trata de una etapa de la vida de difícil definición porque su inicio está claramente delimitado por la llegada de la pubertad pero su finalización depende de múltiples variables de diversa índole (historias, socioculturales, psicológicas).
Hoy en día se considera que la adolescencia abarca desde el inicio de la pubertad hasta los 18-20 años. Es el periodo de transición entre la infancia y la edad adulta. Abarca un dilatado intervalo temporal que, habitualmente, se divide en dos etapas: la adolescencia temprana, entre los 11-14 años y la adolescencia tardía o juventud, entre los 15-20 años.
La definición de adolescencia como periodo de transición puede ser entendida de dos formas diferentes. De forma positiva, si adoptamos una concepción dinámica y constructiva del desarrollo y consideramos que este periodo, aunque se asienta sobre las adquisiciones que se han logrado durante la infancia, se caracteriza por una serie de cambios que dan lugar a nuevas formas de comprender el mundo físico y social, cambios que a su vez constituyen el punto de partida para los logros que se alcanzaran en la vida adulta.
Pero también podemos entender este periodo de una forma negativa, si consideramos que la adolescencia es una transición que sirve de nexo a dos etapas fundamentales del ciclo vital, la niñez y la edad adulta, pero que carece de señas propias de identidad. Esa es la interpretación que subyace a esa frase, tan frecuente, de no es ni un niño, ni un adulto, es decir, cuando se trata de caracterizar a la adolescencia en términos deficitarios, de lo que no es.
La concepción de la adolescencia no solo se ha visto afectada por la evolución histórica sino también por variables culturales. De hecho es posible establecer una relación directa entre el grado de complejidad de una determinada cultura y las características que se atribuyen a este periodo: cuanto más compleja es una sociedad más larga será la fase de transición entre la niñez y la vida adulta (Mead, 1978). En las sociedades industrializadas actuales la adolescencia se prolonga casi durante una década y además, ese periodo temporal se va ampliando progresivamente a consecuencia de las dificultades que encuentran los jóvenes para incorporarse al mercado laboral y poder llevar una vida autónoma.
Nota: Pregunta al Dr. Félix Guillem Doctor en Psicología: ¿Por qué tenemos problemas los Padres con nuestros hijos Adolescentes?: "nos hace falta marcar límites" y negociar con ellos (ser flexibles).
2.- Logros propuestos por Havighurst para el periodo adolescente
-Incrementar y dar estabilidad a las relaciones entre iguales de ambos géneros
-Delimitar el rol sexual
-Aceptarse físicamente
-Conseguir la autonomía emocional respecto a los padres y otras figuras adultas
-Iniciar la adquisición de repertorios conductuales propios de la vida en pareja y de la vida en familia.
-Iniciar la adquisición de repertorios conductuales y de estrategias para el desempeño futuro de una profesión.
-Adquirir tanto un conjunto de valores como un sistema ético que permitan la guía de la propia conducta y el desarrollo de una ideología.
-Actuar de forma socialmente responsable
3.- ¿Cómo los adolescentes (4to. De la Eso) definen a un adolescente?
-Con ganas de vivir, comienza a entender el sentido de la vida y a descubrir que existen más cosas.
-Una persona que está descubriendo la vida y tiene bastante interés para vivirla sin pensar en los peligros que hay y a la más mínima contradicción se rebela
-Es una etapa en que queremos verlo todo ya y descubrirlo, porque nos damos cuenta de muchas cosas que antes no veías.
-Un chico/chica que está creciendo y que tiene ganas de probarlo todo, de ver cosas nuevas e ir a sitios nuevos con gente nueva.
-Somos personas que estamos descubriendo la vida, por esto es normal que nos desbordemos, parece un tópico aquello de que nos sentimos incomprendidos pero es que realmente es así. Tenemos que decidir nuestra vida en una edad muy complicada. (F.Ps.Desarrollo)
4.- ¿Cómo se ven los adolescentes a sí mismos?
Una idea que se repite en todas esas definiciones es la del descubrimiento de la vida. Ese es un asunto que no se plantea el niño porque para él, la vida es lo que él conoce, no se le ocurre que puede haber cosas diferentes. Sin embargo, el adolescente descubre un mundo de posibilidades y va tomando conciencia de que lo que ha sido su realidad más inmediata no es más que una pequeña parte de lo que puede ser. (F.Ps.Desarrollo)
5.- Límites del pensamiento del adolescente
Lo más importante de las limitaciones de la comprensión del pensamiento adolescente es que el adolescente tiene una concepción del conocimiento en términos absolutos y piensa que las conclusiones a las que él llega son universalmente correctas y que pueden ser aplicadas en cualquier contexto y circunstancia. Tiene dificultades para entender que los problemas se pueden plantear desde múltiples perspectivas y que la realidad es relativa contradictoria y cambiante.
Esas limitaciones cognitivas generan un tipo de egocentrismo, el egocentrismo adolescente que es diferente al del niño que no podía plantearse perspectivas diferentes a la suya. Los adolescentes si conciben la existencia de planteamientos diferentes a los propios, pero piensan que sus deducciones son más validas que las que puedan hacer otros, su pensamiento es, en cierta manera, omnipotente. Según Elking 1967, este tipo de egocentrismo, que caracteriza a los adolescentes más jóvenes y desaparece a los 15-16 años se manifiesta fundamentalmente en tres facetas: la fábula de invencibilidad, la fábula personal y la audiencia imaginaria.
La fábula de invencibilidad: se refiere a la creencia del adolescente de que él, a diferencia de los otros, nunca será víctima o nunca sufrirá las consecuencias negativas de las prácticas peligrosas. Por ello, asume situaciones de riesgo (tabaco, alcohol y drogas) pensando que él nunca se va a enganchar porque controla o practica el sexo sin protección a pesar del riesgo de embarazo y de contraer enfermedades de transmisión sexual porque a él no puede ocurrirle eso.
La fábula personal: se refiere a la creencia que tiene el adolescente de que sus vivencias y sus experiencias son únicas e incomprensibles para los demás, cree que nadie antes ha pasado por las situaciones que a él se le plantean. Por ello, con mucha frecuencia rechaza los consejos y orientaciones del adulto, con la habitual expresión de tú no tienes ni idea.
La audiencia imaginaria: es el término que se utiliza para denominar la suposición del adolescente de que los demás están absolutamente pendientes de él, de su aspecto y de sus actos. Por eso a menudo sobreactúa empleando gestos exagerados, un volumen de voz inapropiado a la situación, y se preocupa tremendamente si su aspecto físico no es el deseado.
Khun y Weinstock: En definitiva necesitamos fomentar el progreso individual proporcionando ocasiones frecuentes para formar juicios, pero también necesitamos ir creando el tipo de sociedad en el que se estime generalizadamente que merece la pena realizar el esfuerzo que supone pensar y razonar(cit. En Gutiérrez y Mateos, 2002, p.124)
Pero, el progreso intelectual no culmina en la adolescencia, esa tarea sigue planteada en la edad adulta, aunque en ese periodo de la vida el individuo dispondrá de nuevos y complejos recursos cognitivos. (F.Ps.Desarrollo)
6.- Los sentimientos de amistad
En la adolescencia los sentimientos se profundizan aún más: conservar un amigo(o una amiga, para las chicas) supone, de alguna manera, preservar el núcleo central de uno mismo. La amistad no es solamente una relación externa, sino también un elemento constitutivo del contexto del que el yo extrae su significado. Existe una estrecha interdependencia entre el compromiso en la amistad y el incremento de la comprensión de sí mismo. (Los Adolescentes)
7.- Algunos conflictos entre padres e hijos adolescentes
Más intensos y más frecuentes:
Comportamiento inadecuado en casa
Tareas y rendimiento escolar
Más intensos menos frecuentes:
Abuso de sustancias
Características morales negativas
Autonomía personal
Menos intensos y más frecuentes
Colaboración en tareas domesticas
Puntualidad
Horarios de TV
Menos intensos y menos frecuentes
Apariencia personal
Higiene personal
(F.Ps.Desarrollo)
8.- Comportamiento adolescente y ¿por qué?
Una mañana de mayo, no hace mucho tiempo, mi hijo mayor, que entonces tenía 17 años, me llamo por teléfono para decirme que llevaba un par de horas en la comisaria. Lo habían sorprendido conduciendo “un poco rápido”. Que significaba “un poco rápido”, pregunte. Resulto que ese producto de mis genes y mis amorosas atenciones, el hombre-niño que yo había arropado, cuidado y llevado de la mano hasta la frontera de la mayoría de edad, había estado volando por la autopista a 182 kilómetros por hora.
“Eso es algo más que un poco rápido” le dije. Me dio la razón. Por la voz, parecía abatido y arrepentido. No puso objeciones cuando le dije que tendría que pagar la multa y probablemente los honorarios de un abogado. No discutió cuando le advertí que si hubiera pasado algo a esa velocidad (un perro en la carretera, un reventón, un estornudo), se habría matado. De hecho, fue tan razonable que casi me pareció irritante.
Tenía sin embargo, una objeción. No le gusto que entre los muchos cargos que le habían imputado figurara el de conducción imprudente”
“Bien-le espete, viendo por fin la oportunidad de regañarlo- ¿Y tú como lo llamarías?
“Es que es inexacto. Al decir “imprudente” parece que hubiera ido distraído. Y no fue así. Decidí deliberadamente correr por un tramo vacío de carretera seca, a la luz del día, con buena visibilidad y sin tráfico. No estaba simplemente pisando el acelerador. Estaba conduciendo con atención. Si te hace sentir mejor-prosiguió-, quiero que sepas que estaba concentrado.
De hecho, me hizo sentir mejor. Eso me molesto, porque no comprendí por que quiso hacer aquella locura. Ahora lo sé.
La aventura de mi hijo en la autopista hizo que me planteara la pregunta más frecuente cuando consideramos a esa clase de humanos que llamamos adolescentes: ¿Por qué demonios se comportan así? Los científicos lo expresan de un modo más frio: ¿Cómo explicar su conducta? Pero es otra manera de preguntarse lo mismo: ¿Qué tienen esos chicos en la cabeza? La propia pregunta conlleva un juicio de valores.
¿Qué les pasa a esos chicos? y revelaron una respuesta que sorprendió a casi todos. Resulto que nuestros cerebros tardan mucho más en desarrollarse de lo que creíamos. De esta revelación surgió una explicación simplista y a la vez poco halagadora para el comportamiento irritante de los adolescentes y otra más compleja y positiva.
La primera serie completa de imágenes de escáner del cerebro adolescente, un proyecto de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH) que estudio el desarrollo de más de un centenar de jóvenes durante la década de 1990, revelo que nuestros cerebros experimentan una reorganización masiva entre los 12 y los 25 años. El crecimiento es escaso durante ese periodo. Ya a los seis años el cerebro alcanza el 90% de su tamaño definitivo y a partir de entonces el crecimiento de la cabeza se debe casi exclusivamente al engrosamiento del cráneo. Pero durante la adolescencia, el cerebro sufre una extensa remodelación, semejante a una actualización del cableado de una red informática.
Para empezar, los axones del cerebro (las fibras nerviosas largas que las neuronas utilizan para enviar señales a otras neuronas) mejoran gradualmente su aislamiento con una sustancia grada llamada mielina (la materia blanca del cerebro), lo que en definitiva puede multiplicar por cien la velocidad de transmisión de los axones. Mientras tanto, las dendritas, las extensiones ramificadas a través de las cuales las neuronas reciben las señales de los axones cercanos, se ramifican aún más y las sinapsis(los puentes químicos por donde se comunican los axones y las dendritas) más utilizadas se fortalecen y mejoran. Al mismo tiempo, las sinapsis menos utilizadas empiezan a atrofiarse. Esa poda sináptica, como se conoce el proceso de reducción de sinapsis, hace que la corteza cerebral (la delgada capa de materia gris donde se produce la mayor parte de nuestro pensamiento complejo y consciente) se torne más fina y a la vez más eficiente. La combinación de esos cambios hace del cerebro un órgano mucho más rápido y sofisticado.
El proceso de maduración que antes se creía terminado hacia los seis años, prosigue a lo largo de toda la adolescencia. Los escáneres realizados desde los años noventa muestran que esos cambios físicos avanzan lentamente como una oleada desde la parte posterior del cerebro hacia la frontal, desde áreas próximas al tronco cerebral que controlan funciones más primitivas y básicas, como la visión, el movimiento y el procesamiento fundamental de datos, hacia las áreas pensantes del lóbulo frontal, evolutivamente más nuevas y complejas. El cuerpo calloso, que conecta los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro y transporta información esencial para muchas funciones cerebrales avanzadas, se engrosa progresivamente. Tambie4n se fortalecen los vínculos entre el hipocampo, una especie de directorio de la memoria, y las áreas frontales que establecen los objetivos y comparan diferentes planes de acción. Como resultado, mejoramos la capacidad de integrar la memoria y la experiencia en nuestras decisiones. Al mismo tiempo, las áreas frontales desarrollan más conexiones y más rápidas, lo que nos permite generar y sopesar muchas más variables y líneas de acción que antes.
Decisiones: los coches, las fiestas, los primeros cigarrillos, las primeras citas, las exigencias de los estudios y el tiempo libre… Los adolescentes corren riesgos todos los días y a veces deben tomar decisiones difíciles. Según el psicólogo Laurence Steinberg, esas decisiones son como una ecuación, donde las consecuencias negativas se subestiman. Y con los amigos, infravaloran aún más las consecuencias.
Cuando este proceso de maduración cerebral avanza con normalidad, conseguimos sopesar mejor los impulsos, los deseos, los objetivos, el interés egoísta, las normas, la ética e incluso el altruismo y generar un comportamiento más complejo y al menos a veces más sensato. Pero a veces y sobre todo al principio, cuando el proceso de maduración acaba de empezar, el cerebro hace ese trabajo con torpeza.
Beatriz Luna, profesora de psiquiatría en la Universidad de Pittsburgh, que utiliza técnicas de imagen para estudiar el cerebro adolescente, recurrió a una sencilla prueba para ilustrar esa curva de aprendizaje. Escaneo cerebros de niños, adolescentes y jóvenes de veintitantos años mientras realizaban un ejercicio antisacádico en un videojuego que consistía en hacer lo posible para no mirar una luz que aparecía repentinamente. Los sujetos fijaban la vista en unos monitos en cuyo centro había una cruz roja que desaparecía ocasionalmente al tiempo que se encendía una luz en otra parte de la pantalla. Tenían instrucciones de no mirar a la luz sino en la dirección opuesta. Un sensor registraba sus movimientos oculares. Para superar la prueba, hay que neutralizar tanto el impulso de atender a una información nueva como la curiosidad que inspira lo prohibido. Los expertos lo llaman inhibición.
Los rasgos molestos como la estupidez o el egoísmo no son lo más relevante de la adolescencia, sino lo que más llama nuestra atención porque nos exasperan o ponen en peligro a nuestros hijos.
Los niños de 10 años lo hacen muy mal: fallan el 45% de las veces. Los adolescentes son mucho mejores en la prueba. De hecho a los 15 años consiguen resultados tan buenos como los adultos si están motivados: resisten la tentación de mirar la luz entre el 70 y 80% de las veces. Pero lo más interesantes para Luna no fueron sus puntuaciones, sino las imágenes que tomo de los cerebros mientras los sujetos realizaban la prueba. En comparación con los adultos, los adolescentes usaban menos las regiones del cerebro que controlan el rendimiento, detectan errores, planifican y mantienen la concentración, áreas que aparentemente los adultos ponían en funcionamiento de forma automática. Eso permitía a los mayores utilizar una variedad de recursos cerebrales y resistir mejor la tentaciones, mientras que los adolescentes usaban esas áreas con menos frecuencia y cedían más a menudo al impulso de mirar la luz, del mismo modo que son más propensos a desviar la mirada de la carretera para leer un cartel.
Sin embargo si se les ofrecía una recompensa añadida, los adolescentes demostraban ser capaces de poner a trabajar con más empeño todas esas regiones ejecutivas para mejorar sus resultados. Hacia los 20 años, sus cerebros responden a la tarea descrita prácticamente como el de un adulto. Luna cree que la mejora tiene lugar cuando unas redes más densas y unas conexiones más rápidas hacen más eficaz la región ejecutiva.
Estos estudios ayudan a explicar la irritante variabilidad de los adolescentes, que pueden estar encantadores en el desayuno y odiosos en la cena y parecer despiertos el lunes y sonámbulos el sábado. Además de carecer de experiencia en general, aún están aprendiendo a utilizar las nuevas redes de su cerebro. El estrés, el cansancio o las situaciones problemáticas pueden causar fallos. La psicóloga Abigail Baird lo llama “torpeza neuronal” el equivalente a la torpeza física que a veces presentan los adolescentes cuando aún están aprendiendo a controlar su cuerpo en crecimiento.
El arco de desarrollo lento y desigual que revelan los estudios mediante imágenes médicas proporciona una explicación concisa y seductora de las tonterías que a veces pueden hacer los adolescentes, como conducir a 182 kilómetros por hora, ofender a los mayores y preñar a las mozas(o dejarse preñar por un mozo). Se comportan así porque sus cerebros todavía no estar terminados. Los escáneres son la prueba que lo demuestra.
Este punto de vista sobre el cerebro adolescente expresado en un montón de artículos tanto científicos como en la prensa general presenta a los jóvenes como individuos en obras cuyos cerebros inmaduros llevan a algunos a preguntarse si no se encontraran en un estado comparable al retraso mental.
(F. National Geographic Cerebro Adolescente Octubre 2011)
9.- Conectar al adolescente con el mundo
El reto a medio plazo que se plantea un educador, padre, madre o maestro es dar alas al sentimiento de autonomía y de ser único que tiene el adolescente, en un contexto de pertenencia y de unión a un grupo más amplio. Asegura la escritora Rachel Kessler en el libro Schools Spirit (Beacon, 2001) que los jóvenes que desarrollan un sentido de conexión y de pertenencia al mundo no necesitan provocar sensaciones y situaciones de peligro para sentirse vivos ni necesitan armas para sentirse poderosos... del sentido de conexión con el mundo externo fluye naturalmente la compasión y la empatía hacia los demás, hacia las metas personales y hacia la vida misma. Kessler, directora del Institute for Social and Emocional Learning, sugiere en función de su amplia experiencia en el desarrollo emocional y social de los adolescentes, hasta siete formas en las que se pueden facilitar caminos de conexión entre los jóvenes y el mundo exterior, paralelas a las experiencias que suelen ser comunes en esta etapa de la vida:
1) Ayudarles en la búsqueda del significado y del sentido de la existencia
2) Respetar la necesidad de silencio y soledad que favorece la formación de la identidad y la identificación de las metas personales.
3)Reconocer su deseo de trascendencia; es decir, el deseo de los jóvenes de ir mas allá de sus límites, no solo en el ámbito metafísico, sino también a través de experiencias y encuentros intensos en campos diversos, como las artes, el atletismo, la naturaleza, el mundo académico, las relaciones humanas.
4) Nutrir su deseo de experimentar la alegría y la felicidad
5) Animar las incursiones en el terreno creativo(es probable que ese sea el ámbito más habitual actualmente para la conexión entre el adolescente y el mundo exterior)
6) Promover los hitos que marcan de forma clara una iniciación, como los ritos de pasaje y las herramientas para hacer transiciones y separaciones, para ayudarles a descubrir y ejercer sus propias capacidades.
7) Alimentar su necesidad de pertenencia y conexión: darles la seguridad de que su entorno les conoce y apoya, ayudarles a desarrollar su identidad personal y apoyar su necesidad de autonomía, que es una constante vital en el desarrollo del adolescente.
A la luz de las técnicas de imagen cerebrales, se ha creado una gran controversia en torno a si las diferencias en la forma de llevar a cabo ciertas actividades, reflejada en el cerebro de adultos y adolescentes, justifica que un cerebro inmaduro aboque al adolescente a un comportamiento errático y a problemas de comportamiento.
Estos problemas no radican exclusivamente en la inmadurez cerebral del adolescente: diversas investigaciones revelan que la rebeldía adolescente: también puede tener mucho que ver con factores culturales. Reafirma esta teoría el hecho de que antropólogos hayan detectado que existen culturas en las que los problemas de comportamiento de los adolescentes occidentales no se manifiestan habitualmente, excepto en aquello casos en los que se introducen formas de educar y de vivir occidentales.
En cualquier caso no se puede negar que los adolescentes tienen un potencial mental extraordinario: a los 14 años las habilidades cognitivas, y especialmente la capacidad de aprender con rapidez, son altísimas. Merece la pena retar a los adolescentes a utilizarlas de formas constructivas. En esta etapa temprana de la adolescencia (en torno a los 14 y los 15 años) los adolescentes empiezan a necesitar distanciarse de sus padres y de sus maestros. El reto a cualquier figura de autoridad se vuelve visceral: se discute por discutir porque quieren hacer las cosas a su manera, estar solos, ser libres. Este comportamiento no solo es necesario para establecer una identidad personal, sino que refleja lo que Ericsson apunta como uno de los retos más importantes de la adolescencia: la búsqueda de la FIDELIDAD. Con este término describe la “devoción disciplinada” que siente el adolescente hacia su emergente identidad personal, hacia los amigos o las personas de su entorno, hacia ideas o modas pasajeras. En cualquier ámbito el adolescente mostrara señales de devoción intensa: una pandilla, un ídolo, la pereza, un instrumento musical, el body piercing, un deporte, drogas… Todo es motivo de práctica para convertirse en el futuro en miembro adulto y dedicado de una pareja, de un país o de cualquier ideal que conforme su vida futura.
El correcto desarrollo de esta fidelidad depende no solo del adolescente, sino también de las costumbres sociales y culturales, de la herencia genética y del ejemplo familiar que lo rodea. >Todo ello le ayudara o le dificultara, en el proceso de devoción disciplinada hacia sí mismo y hacia los demás. La introspección es importante en los años adolescentes para desbrozar la identidad y el lugar que el adolescente quiere ocupar en el mundo. Facilitar esta introspección es labor de los padres: el respeto a un espacio físico personal y a la soledad del adolescente lo ayudara a llevar a cabo su proceso de desarrollo característico.
A veces resulta difícil tener las habilidades necesarias para escuchar a un adolescente huidizo. El escritor Michael Riera explica con esta imagen el desconcierto de los padres: hasta ahora, los padres han sido el manager de sus hijos: visitas al médico, actividades de fin de semana, ayudar con los deberes… siempre cerca del niño, al tanto de su vida diaria y listo para contestar sus grandes dudas. De repente, nada de esto vale. Sin previa notificación y sin consenso, te despiden de tu trabajo de manager. Ahora resulta que tienes que buscar otra estrategia y reorganizarte; si quieres seguir teniendo una influencia benéfica en la vida del adolescente y mas allá, tienes que devanarte los sesos para conseguir que te vuelva a dar trabajo como consultor externo. Como comenta el psicólogo John Gottman, esta puede ser una situación muy delicada. Un cliente no contrata un consultor que lo hace sentir incompetente o que amenaza con quedarse con su negocio. Un cliente quiere un consultor en el que pueda confiar, que comprenda su misión y que le ofrezca consejos eficientes para conseguir sus metas.
Casi todo el proceso de descubrimiento del adolescente deberá hacerse sin sus padres. Hay que aceptar que la adolescencia es un tiempo para separarse de los padres, mostrar respeto por el adolescente, rodearlo de una comunidad social estable y fiable y animarlo a tomar sus propias decisiones, escuchándolo sin prejuzgar y confiando en que podrá aprender de sus errores y de sus aciertos.
Las emociones que los adolescentes expresan contienen tanto la necesidad de alejarse de los modelos adultos como el deseo profundo de seguir conectado: todo ello forma parte de la lucha por la fidelidad. Afortunadamente, si el proceso se lleva a cabo de forma positiva, esta fidelidad a los referentes adultos aparecerá de nuevo en la futura relación entre el adulto y el adolescente ya maduro.
Lejos de las estructuras del hogar y del colegio muchos adolescentes, si se les da la oportunidad, experimentarían por vez primera un sentido de identidad, de poder y de descubrimiento de talentos dormidos o sin desarrollar. Cada reto es una oportunidad para crecer y desarrollarse y los retos para convertirse en un miembro de la comunidad adulta abundan en la sociedad, en el mundo natural, en el deporte y en las artes. Ofrecen una plataforma única donde los adolescentes pueden sentir la vida desde dentro, no como meros espectadores pasivos. El escritor David Orr describe esta unión de lo físico, lo mental y lo emocional como embodied knowing (conocimiento instintivo), algo más parecido al instinto y a la intuición que a la comprensión intelectual. Este estado más auténtico reta al adolescente a dar lo mejor de sí mismo.
Para los seres humanos de cualquier edad, incluidos los adultos, resulta muy útil haber aprendido a enfrentarse al miedo a “no saber” a “no tener talento”. En muchos países europeos se otorga una admiración social exagerada hacia la excelencia en la práctica de cualquier disciplina, particularmente en las artes y los deportes. Pero en este camino se ha despreciado la aportación de aquellos que no encajan en esta descripción romántica del artista o del deportista “tocado por la inspiración”. El arte y el deporte no solo sirven para alimentar una tradición de excelencia y de retos superados. Son también, y tal vez por encima de todo, potentes medios de comunicación e instrumentos de cohesión social. Si no formamos artistas y deportistas aficionados, tampoco tendremos espectadores informados. La sociedad pierde así una gran fuente de riqueza cultural, de expresión y de superación personal, de comunicación y de cohesión social. . (Fuente: Texto Brújula para navegantes emocionales)
La escuela es la estructura social donde la sociedad plantea sus demandas al adolescente. Cómo está estructurada y como plasma estas demandas resulta de vital importancia de cara al sano desarrollo de estos jóvenes. Los adultos, recomienda el pedagogo Chip Wood, deben comprender que los adolescentes necesitan libertad para poder retar esta estructura. Los adultos deben entablar la comunicación con el adolescente desde un talante negociador, para que estos puedan desarrollar “devoción disciplinada” tanto hacia sus deberes como hacia los adultos que los tratan con respeto.
En el caso de las tareas que se hacen en casa es importante que el adolescente no las considere un castigo o un trabajo menor, porque entonces solo mostrarían rebelión y resistencia y no desarrollarían la capacidad de devoción disciplinada (y a medio plazo tampoco aprenderían a trasladar esta devoción a sus obligaciones futuras). Una forma eficaz de enfrentarse a las tareas con un adolescente rebelde es la negociación, retándolo a que haga sus deberes lo mejor que sepa. Poco a poco se pide al adolescente un mayor esfuerzo que se puede reflejar, por ejemplo, en un gráfico. Este modelo de esfuerzo paulatino y consensuado puede repetirse en todos los ámbitos necesarios: participación del adolescente en deportes, en las labores del hogar, en el servicio a la comunidad, en las horas de regreso a casa... cada encuentro del adolescente con una figura adulta solícita y respetuosa puede ser motivo de una interacción constructiva.
Tanto en casa como en la escuela necesitamos crear espacios donde el adolescente se siente escuchado para que su fidelidad pueda emerger. Escuchar al adolescente, recalca Chip Wood, no significa ceder en todo, sino respetar y compartir su experiencia y hacerle sentir que comparte con los adultos espacios donde es bienvenido y aceptado.
De nuevo la empatía resulta clave para ayudar a los adolescentes a corregir comportamientos negativos.
En su sentido más básico la empatía es la habilidad de reconocer y de sentir lo que otra persona siente. Muchos psicópatas analizan fácilmente lo que otros sienten, pero no son capaces de ponerse en la piel de los demás. En este caso la habilidad de reconocer los sentimientos de los demás sin sentir empatía les convierte en sujetos muy peligrosos, porque pueden manipular para conseguir sus fines con más facilidad.
Considerada una emoción social, el desarrollo de la empatía es clave para asentar las relaciones con los demás. Según el catedrático de Psicología de Salamanca Félix López, el elemento determinante en las relaciones personas es la capacidad de la pareja para la intimidad- emocional, sexual e intelectual- y esta se construye a partir de la empatía con el otro. Esta habilidad se desarrolla de forma paulatina y según muchos investigadores, entre ellos el psicólogo especializado en el estudio de la empatía, Ervin Staub, es necesaria para desarrollar pautas de comportamiento solicitas con las demás personas. Si no sentimos al otro, si no conectamos con sus preocupaciones y sus emociones, difícilmente podremos desarrollar una relación personal satisfactoria. Compartiríamos entonces una forma de convivir mecánica, pero no podríamos satisfacer las necesidades emocionales de la pareja que, según los estudios sobre los elementos que más contribuyen a la felicidad, son la piedra de toque de nuestra felicidad personal. En una vertiente extrema pero ilustrativa están las personas autistas, que no son capaces de interpretar señales sociales y emocionales básicas y por tanto, difícilmente consiguen compartir sus propios sentimientos y mucho menos empatizar con los de los demás. . (Fuente: Texto Brújula para navegantes emocionales)
Es básica no solo para nuestras relaciones afectivas y sociales en el sentido más amplio, sino que también es la base para ser buenos padres. Para ser un adulto empático hay que ser consciente de las emociones propias y ajenas: reconocer cuando se está sintiendo una determinada emoción, identificar la emoción en cuestión y ser sensible a las emociones de los demás. Este ejercicio, que puede hacerse de forma consciente al principio, se convierte en una percepción automática en los adultos emocionalmente maduros. Este entrenamiento emocional es el que ayudaremos a llevar a cabo a nuestros hijos a lo largo de su educación, de forma consciente y positiva en el mejor de los casos.
Si el aprendizaje emocional se hace forma inconsciente y trasladamos a nuestros hijos hábitos emocionales negativos, un manejo de la ira inmaduro, una incapacidad general de reconocer las propias emociones y de sentir las emociones ajenas y no les dotamos de herramientas para solucionar los conflictos de forma pacífica, cimentaremos las bases de personalidades inadaptadas, con problemas en la convivencia y emocionalmente inmaduras.
Muchos científicos defienden la idea de que estamos programados para sentir empatía y que lo normal, desde el punto de vista evolutivo, es desarrollar empatía de la misma manera que desarrollamos el lenguaje. Sin embargo, la experiencia puede fomentar o interferir con el desarrollo de la empatía. Por ejemplo, cuando los adultos facilitan a los niños vocabulario para describir sus emociones y describen sus propios sentimientos de empatía, los niños son cada vez más conscientes de sus emociones y de las de los demás. En la etapa escolar el pensamiento inductivo- aquel que ayuda a los niños a ver los efectos de su comportamiento sobre los demás- fomenta el desarrollo de la empatía. Cuando los niños tienen una relación afectuosa y estable con sus cuidadores, se sienten seguros y esta seguridad les permite pensar en los demás, en vez de estar completamente centrados en sí mismos.
Los castigos físicos, las amenazas y las palabras despectivas, en cambio, pueden interferir con el desarrollo de la empatía. Los niños que viven relaciones interpersonales negativas tienden a desarrollar pautas de comportamiento antisocial. Según Staub, las experiencias que fomentan el miedo y la aversión hacia las personas pueden incluso desembocar en el disfrute de su sufrimiento.
En el umbral de la adolescencia el niño tiene la suficiente capacidad de abstracción para poder sentir empatía por grupos de individuos, como “personas sin hogar” u “oprimidos”. En ese momento el niño ya puede percibir como la experiencia vital condiciona las actitudes, sentimientos y comportamiento de las personas.
Los padres empáticos son capaces de comprender la vida desde la perspectiva de sus hijos. Puede resultar menos sencillo de lo que parece intentar ponerse en el lugar de un niño o de un adolescente y sentir la vida desde sus ojos y desde sus emociones. El adulto dispone de mucha más experiencia práctica que el niño y esto cambia su perspectiva drásticamente. Cuando muere la mascota de la familia el adulto sabe que el dolor se calma con el tiempo. Pero un niño que esté viviendo esta experiencia por primera vez no tiene esta perspectiva: la intensidad del dolor puede resultarle mucho más apabullante. En general los niños se enfrentan a la vida desde una perspectiva mucho más ingenua y vulnerable.
Los padres empáticos, dice el catedrático de Psicología de la Universidad de Washington John Gottman, ven a sus hijos llorar y pueden ponerse en su lugar e imaginar su dolor. Cuando los hijos patalean de ira los padres empáticos sienten su frustración y su rabia. “Si podemos comunicar esta clase de comprensión emocional a nuestros hijos, honramos y respetamos su experiencia y les ayudamos a aprender a calmarse y a sanarse a sí mismos. Les estamos ayudando a sobreponerse a los obstáculos y a encontrar su camino. ¿Por qué es tan poderosa la empatía? Porque la empatía consigue que nuestros hijos nos vean como aliados. Cuando nos esforzamos por comprender las experiencias de nuestros hijos, ellos se sienten apoyados y comprendidos”. . (Fuente: Texto Brújula para navegantes emocionales)
Las experiencias amorosas adolescente4s tienen un impacto clave en la formación de la identidad personal y en la capacidad de mantener relaciones íntimas. Según el psicoanalista Eric Ericsson pueden determinar, en la edad adulta, la calidad de las posteriores relaciones románticas y de la vida de pareja. Las investigaciones apuntan que la calidad de las relaciones románticas de las personas están asociadas a su ajuste socioemocional y esto debería impulsarnos a comprender los mecanismos que regulan el amor en la adolescencia, máxime ante los crecientes problemas relativos a los embarazos adolescentes y a la transmisión de enfermedades sexuales y del virus del sida. No podemos minimizar el impacto emocional y social del amor en la etapa adolescente, a pesar del relativo silencio, cuando no desprecio, que se suele conceder a este tema.
Los adultos no suelen tomarse los primeros amores y desamores de sus hijos demasiado en serio, excepto en la medida en que una relación sexual inmadura puede suponer un riesgo de embarazo o de enfermedad. Facilitar al adolescente sexualmente maduro medios anticonceptivos es fundamental, pero no es suficiente. Muchos adultos sermonean a su hijo enamorado, se ríen de forma amable de su vena romántica, le dicen que es demasiado joven para sentir algo serio o que se está fijando en alguien que no le conviene, en cuyo caso tal vez interfieran de forma más drástica.
Cuando charlo con mis amigos, sobre todo con aquellos que acaban de traspasar el umbral de la cuarentena, me sorprende que muy pocos crean aun en el amor. El amor, dicen, es una fantasía. Parecen vivir a caballo entre un cómodo cinismo y la esperanza secreta de que al fin y al cabo el amor pudiera ser verdad, aunque hacen poco por que el milagro les ocurra a ellos. Para algunos el amor es un sentimiento que muere cuando se agota el deseo. Para otros exige un esfuerzo de entrega y de dedicación que no compensa la perdida de la libertad individual. Otros lo consideran un sueño más grande que la realidad y se han resignado a una convivencia con altibajos con su pareja estable: sin pasión, pero con la suficiente estabilidad para poder creía a sus hijos. Otros muchos tiran la toalla y a pesar de los remordimientos por los hijos comunes, deciden intentarlo de nuevo con una nueva pareja. Al cabo de un tiempo, a juzgar por las cifras de divorcio en los segundos matrimonios, la mayoría estará en una situación similar a la anterior.
Pregunte recientemente a un amigo soltero por que seguía soltero a pesar de las ganas que esgrimía de encontrar pareja y de tener hijos. “Las mujeres son tremendas- me dijo indignado-. No sabes lo malas que son. Se las saben todas. No tienen escrúpulos”... “Claro- contesto una amiga del grupo-. Hemos aprendido a comportarnos como vosotros y eso os resulta desagradable”
Las mujeres, tradicionalmente inexpertas, sumisas o dependientes desde el punto de vista emocional, se están sumando a una visión cínica del amor de pareja muy habitual hoy en día. Si tratamos el amor- la relación mental, emocional y sexual intima entre dos personas- como algo parecido al consumo de droga, algo que produce un subidón químico emocionante aunque irracional, no deberá extrañarnos que el final del amor se parezca tanto a una mañana de resaca. Con la diferencia de que la resaca es meramente desagradable y pasa con una aspirina y unas horas de sueño. El desamor, en cambio puede resultar mucho más doloroso y desconcertante y deja secuelas de cinismo y desconfianza para el futuro.
El amor romántico, dice la antropóloga Helen Fisher, de la Universidad de Rutgers, Estados Unidos, no es una emoción. Es más bien “un sistema de motivación, un impulso que forma parte del sistema de recompensa del cerebro”. El cerebro, en función de cómo transcurre la relación amorosa, une el impulso a una serie de emociones. La corteza pre frontal acumula los datos, los organiza y pone en pie estrategias para fomentar la relación amorosa.
La doctora Fisher divide el amor en 3 categorías relacionados con distintos circuitos cerebrales: el deseo sexual, fomentado por andrógenos y estrógenos; la atracción ( el amor romántico o apasionado), caracterizado por la euforia cuando todo va bien, cambios de humor acentuados cuando las cosas se tuercen, pensamientos obsesivos y un deseo intenso de estar con la persona amada, todo ello impulsado por altos niveles de dopamina y norepinefrina y bajos niveles de serotonina; y el apego sereno que se siente por un compañero estable, acompañado de las hormonas oxitoxina y vasopresina. En general el amor apasionado suele mutar químicamente hacia el sentimiento de tranquilidad y sosiego de las relaciones estables.
Aprender debería aplicarse a todo, en cualquier momento. Aprender- transformarse, evolucionar- es la base del fluir de la vida. Da sentido a nuestras experiencias. En el amor nos enfrentamos a los brotes de posesividad que implican una falta de respeto a la libertad del otro; a la obsesión, que nos impide ver la realidad y nos encierra en un mundo subjetivo; al deseo de controlar y de dominar, por que no da la sensación de ser menos vulnerables; a las trampas múltiples que nos tiende el ego, que quiere utilizar al otro para sentirse mejor. La manipulación de la pareja a través de la palabra, las emociones, los contratos legales, los hijos... son una tentación constante para aquellos que no han reflexionado acerca del amor y que no se han preparado para ello. Y sus consecuencias no son solo nefastas para la persona amada y la relación de pareja, sino que impiden la transformación de uno mismo y arrastran una carga de sufrimiento personal y estéril y doloroso.
El amor es intuición, no ceguera o desprecio, la experiencia del amor es la herramienta más poderosa para el autoconocimiento y el desarrollo personal. Porque el amor nos conmueve tan profundamente, y porque cada miembro de la pareja está centrado solo en la parte mejor y más auténtica del otro, ambos pueden actuar como espejos el uno para el otro (Carol Anthony, Love, an Inner Conection).
El amor es una extraña forma de intuición. El amor verdadero y reciproco permite ver al otro sin juzgarlo, traspasando las barreras de la coraza de su ego. Cuando miramos a alguien con amor vemos más allá de las interferencias de su ego. Desde el amor incondicional a otra persona lo que captamos en realidad es el potencial positivo de esa persona. Vemos, o más bien intuimos, lo que esta persona podría llegar a ser sin las interferencias de sus patrones emocionales negativos y de su ego. Goethe lo describía diciendo: “trata a las personas como si fueran lo que deberían ser, y ayúdalas a convertirse en lo que son capaces de ser”.
Cuando amamos a alguien y esa persona percibe nuestro amor incondicional se siente plenamente aceptado. Esa aceptación del otro, que percibimos a través del amor incondicional, da fuerzas al que es amado para creer en sí mismo y abre de golpe los canales de expresión de la persona. El amor es el reconocimiento del potencial del amado y actúa como una energía que transforma. La mirada y el amor del otro nos dan vida y nos ayudan a transformarnos. Los enamorados brillan. El amor del otro les ayuda a creer en sí mismos.
El mecanismo es similar entre padres e hijos: cuando el amor que ofrecen los padres es incondicional y, por tanto, no proyectan sus expectativas y miedos en el hijo, perciben intuitivamente el potencial de cada niño con claridad y pueden ayudar a cada niño a realizar este potencial. El amor incondicional implica la aceptación total de la persona amada, adulto o niño. Ese sentimiento no se puede fingir. Es un magnifico regalo que damos a los seres que amamos: creemos en ellos y les amamos tal y como son, esperando naturalmente lo mejor de ellos. Esta visión es un reto que l es ayuda a expresar lo más positivo que hay en ellos.
Si comprendemos que la fuerza del amor radica en mantener esta visión positiva del otro, evitaremos caer en la crítica y en el reproche constantes. Tal vez por ello dicen algunos psicólogos que el desprecio de la pareja es la muerte del amor.
Cuando perdemos la visión positiva de la pareja perdemos el sentimiento de amor incondicional que sentimos por ella. Si queremos evitar dañar nuestra relación afectiva y lastrar la confianza y autoestima del otro, hay que procurar no caer en las actitudes que implican desprecio hacia la pareja. Existen indicios recurrentes que indican que una relación entra en una fase difícil: la crítica constante al otro, el desprecio, estar a la defensiva frente a la pareja y finalmente la cerrazón emocional. Si la crítica y el desprecio pretendían incitar al otro a comunicarse o cambiar, consiguen lo contrario: la pérdida de la confianza y la ruptura emocional. La crítica y el desprecio no son compatibles con el amor. El desprecio mata el amor.
Aprender a amar y a ser amado de forma incondicional es una de las herramientas más poderosas que existen de trasformación personal y de reconciliación de una persona consigo misma.
Existen distintos motivos por los cuales las personas se enamoran. Algunos motivos responden a patrones psicológicos conocidos. Resulta esclarecedor comprender en que patrón psicológico o emocional encaja una determinada relación, sobre todo para saber si la fantasía ha ocupado el lugar legítimo del amor. La fantasía tiene un lugar en el amor, es divertida y ayuda a sobrellevar las dificultades iniciales de una relación, pero si pretende convertirse en los cimientos de una relación, la realidad se encargara de hacer añicos nuestra relación amorosa fantasiosa.
Anima- animus: sentimos amor pasional cuando conocemos a una persona que refleja aquellos elementos que no expresamos de nuestra personalidad. Los hombres se enamoran de una mujer que refleja su ánima, o lado femenino oculto. Las mujeres se enamoran cuando conocen a un hombre que refleja su animus, es decir el lado masculino oculto de su personalidad.
Lo irónico de esto e que aunque sentimos amor pasional, en realidad no amamos a la otra persona sino a nuestra parte oculta, a través del amado. Creemos que amamos a la otra persona porque la necesitamos para sentirnos completos.
A lo largo de esta relación amorosa podrían suceder 2 cosas:
Que intentemos agarrarnos a la relación porque necesitamos sentirnos completos, aunque la realidad probablemente rompa la magia y la fantasía. En ese caso intentaremos empezar de nuevo con otra persona similar;
Que intentemos asimilar o expresar aquello que amamos en nuestra pareja (y que nos cuesta manifestar). A medida que integremos los elementos ocultos de nuestra personalidad necesitaremos cada vez menos a nuestra pareja. La viabilidad de la relación dependerá entonces de que otros elementos nos unan.
La proyección: es otro mecanismo habitual en las relaciones humanas. Cuando nos enamoramos a veces reconocemos un elemento de nuestra personalidad en el otro. Inmediatamente proyectamos elementos adicionales e imaginados en el amado: si él nos dice, por ejemplo, que le gusta la literatura, imaginamos que también le ha de gustar la poesía, como a nosotros y que por tanto, se trata de un ser tierno y apasionado. En realidad él es un hombre pragmático y reservado, un devoto cervantino que rehúye las lecturas románticas devoto, sí, pero no en el sentido que suponíamos. Las horas felices que habíamos soñado a su lado leyendo a Neruda a la luz de la lumbre se esfumaran sin piedad en la primera velada que pasemos juntos: es probable que cabemos sentados en un teatro incomodo, mirando alguna obra histórica repleta de soldados romanos blandiendo espadas y que el cumplido más romántico que escuchemos sea “eres tan buena escudera como Sancho Panza”.
Cada descubrimiento del otro da cancha a la realidad para hacer añicos nuestra fantasía. Demasiada fantasía proyectada en el otro resulta incompatible con una relación de amor. Una mirada objetiva y una buena dosis de sentido del humor ayudan a poner las cosas en perspectiva.
Intimidad: asusta a muchos adolescentes y a bastantes adultos. Les resulta más segur enamorarse de sus proyecciones- pretendemos que el otro es exactamente lo que nosotros queremos que sea- o intentar convertirse en la proyección de la pareja: si pretendemos ser lo que él o ella desea, es probable que no deje nunca de querernos. En ambos casos no existe una intimidad real y evitamos a ver partes de nosotros que nos asustan o desagradan. La debilidad, la inmadurez, la inexperiencia sexual o emocional, todo sale a la luz en una relación íntima.
Existen personas que se empeñan en esperar a la persona adecuada. Pasan los años y esta persona nunca llega. O tal vez si llega, pero no son capaces de reconocerla porque están demasiado inhibidos emocionalmente. Un ejemplo de este tipo de comportamiento se da con relativa frecuencia en la adolescencia, en el amor no correspondido. El escenario habitual es el siguiente: el chico proyecta su ánima sobre una chica, pero ella no hace lo que el espera de ella. La imagen que él tiene de esta chica y la verdadera chica no concuerdan. Esto descoloca al chico, que decide que prefiere querer a su enamorada desde la distancia. La chica no sabe que pensar: si se interesa por su pretendiente, él se aleja. Si no le hace caso, este tiene fantasías absurdas acerca de ella. En otras palabras, no quiere estar con una pareja real. . (Fuente: Texto Brújula para navegantes emocionales)
Evitar fantasías amorosas
Una herramienta eficaz para tener buenas relaciones afectivas es hacer realidad nuestro sueño de vida sin depender de la persona amada. Es decir, evitamos proyectar nuestros deseos de una vida determinada sobre el ser amado. En lugar de esto resulta mucho más eficaz ponerse manos a la obra e intentar llevar a cabo la vida que deseamos por nosotros mismos. . (Fuente: Texto Brújula para navegantes emocionales)
Amar sin instrumentalizar a los demás
Las personas nacemos con la capacidad de dar y recibir amor.
Sin embargo, suele ocurrir que nuestros padres empiezan a darnos o privarnos de su amor de forma intencionada, en función de si quiere recompensarnos o castigarnos. Los jóvenes educados con amor condicional aprenden a amar de manera condicional. Cuando se convierten en adolescentes tenderán a manipular y a controlar a sus padres. Cuando estén satisfechos darán satisfacciones a sus padres para recompensarles. Cuando no estén satisfechos contradecirán a sus padres y les frustraran. Es un mecanismo automático o semiconsciente, un engranaje difícil de parar a menos que se detecte y corrija de forma contundente. Cuando ocurren los padres se sienten desconcertados y no saben cómo reaccionar, porque están acostumbrados a que sus hijos se dobleguen a sus expectativas. Pero estos adolescentes ya no quieren doblegarse a la voluntad de sus padres. Tampoco son capaces de quererles de forma incondicional: no saben cómo. Esto crea un círculo vicioso que suele traducirse por la ira, el resentimiento y comportamientos fuera de tono por parte de los adolescentes.
Más tarde, este mecanismo del amor condicional se repetirá en el entorno social para obligarnos a aceptar ciertas normas y requisitos sociales. . (Fuente: Texto Brújula para navegantes emocionales)
Respetar los límites de la pareja
Amar no da derecho a apropiarse o invadir el espacio privado de otro individuo. Sin embargo, los adultos solemos convivir con el miedo emocional a perder lo que consideramos nuestro. Disponemos de una serie de antídotos a este miedo camuflados en costumbres y ritos sociales, como son los contratos que firman las personas cuando se casan. Aunque en un principio se supone que la validez legal de estos contratos protege los bienes físicos y la descendencia de la pareja, tendemos a ampliar el sentido de pertenencia al ámbito emocional.
Así una mujer o un hombre se convierten en “mi mujer, mi marido” y con ello parece que sus emociones y su vida también nos pertenecen.
Una convivencia o una relación libremente pactadas entre dos adultos, implican ciertos deberes y obligaciones legales y también una responsabilidad emocional hacia el otro. Cuando contraemos un vínculo emocional contraemos una responsabilidad que cada cual, de acuerdo con su conciencia, debe dirimir como mejor sepa.
Estamos invitados a compartir esta vida, no a arrollarla. De forma similar el adolescente debe aprender no solo a respetar el espacio de los demás, sino a hacer respetar su propio espacio. Una pareja que exige que el otro renuncie a ser él o ella mismo, a sus amigos, a sus aficiones o intereses, está mostrando una evidente falta de respeto hacia los demás.
Las personas tienen distintas capacidades para asimilar y aprender. Respetar a los demás implica también el respeto a su particular ritmo de asimilación y de crecimiento y ese elemento debe estar presente en los juicios acerca del comportamiento de los demás. A veces el ego puede resultar susceptible y desconfiado y hacernos reaccionar de forma brusca ante los errores de los demás (esto yo no me lo merezco, si cedo ahora no habrá marcha atrás). Conviene aprender a no juzgar a los demás desde esa perspectiva egocéntrica, sino desde un lugar menos posesivo, mas empático y más compasivo. De nuevo un adolescente o un adulto con una buena autoestima, a gusto con sus emociones, tendrá la intuición natural de lo que es aceptable y de lo que no lo es y podrá apartarse de determinadas situaciones sin entrar en espirales de emociones negativas, como la tristeza o la ira. La solidez emocional lo ayudara a refugiarse, en tiempos difíciles, en los afectos de su entorno cercano, en su sentido de pertenencia al mundo, en sus aficiones y en la lealtad a su propia persona. . (Fuente: Texto Brújula para navegantes emocionales)
El sexo
Vivimos una de las épocas de mayor libertad sexual y sentimental de los últimos siglos. Esto es un dato con una connotación positiva: porque permite a las personas vivir sus vidas amorosas con una libertad desconocida para la gran mayoría del pasado.
La juventud es prodiga en amores tempestuosos, el deseo inunda los sentimientos y esa mezcla favorece la búsqueda de la pareja, el amor con mayúscula…, la fusión de los cuerpos y almas. Por lo menos ese es el programa previsto aunque a veces se da que la fusión de los cuerpos, la atracción química, sobrepasa en mucho a la compenetración anímica “Psicología y escritora Remei Margarit La Vanguardia Julio 2007.
Para el adolescente entre el amor y el sexo prima el sexo. Del amor no hablamos con ellos, como si se tratase de un sentimiento opaco, demasiado elusivo para ser tratado. Tendemos más bien a transmitir la idea de que el amor es algo irracional, algo que le ocurre a uno sin posibilidad de protegerse o de disfrutarlo de forma consciente.
Es absolutamente necesario que el adolescente conozca la vertiente fisiológica del sexo y aprendan a protegerse de enfermedades y embarazos. Pero ¿dónde queda el aprendizaje del amor? Del sexo debe hablarse en su contexto social y psicológico completo. El sexo, en su expresión más plena es la expresión física del amor. Pocas personas pueden negar que el sexo con amor resulte infinitamente más satisfactorio que el sexo sin amor.
Comprender el contexto emocional del sexo ayuda a no instrumentalizar a los demás, a no utilizar a la otra persona, al menos sin su consentimiento explícito. Aprender a amar no significa solo conocer los rudimentos de la sexualidad, sino la riqueza emocional que puede comportar y el peligro de herir a los demás. Se ama desde el respeto al otro, desde la empatía a sus necesidades y sentimientos.
Si pretendemos en cambio que el sexo es una necesidad puramente biológica y lo despojamos de su dimensión emocional, lo relegamos a un nivel menor en la relación de pareja. El sexo en la pareja es un nexo de unión fortísimo. Los estudios corroboran que los matrimonios que viven sin un buen entendimiento sexual son mucho más frágiles (entre ellos, los llamados matrimonios “amigos”).
El entendimiento sexual es fundamental en la pareja, no es accesorio. El sexo es un elemento de comunicación emocional que ayuda a compensar a otros problemas de comunicación; es una expresión de unión y fusión mutua que expresa la complicidad y la solidaridad entre dos personas. Explicar el sexo también desde esta perspectiva emocional y psíquica ayudaría a los jóvenes a darle la relevancia que tendrá en el futuro para su vida en pareja. . (Fuente: Texto Brújula para navegantes emocionales)
Amor y desamor
A veces minimizamos el dolor que nos producen los primeros rechazos amorosos y el desconcierto que se puede llegar a sentir en la adolescencia debido a nuestra inexperiencia.
Las experiencias emocionales tanto las positivas como las negativas han de servir para evolucionar. Si no aprendemos de ellas solo nos llevan a sufrir y a estancarnos en un problema dado. Es muy importante desarrollar, durante la educación del niño y del adolescente, el reflejo de analizar cada experiencia importante: ante cualquier dolor emocional, el análisis debe aplicarse hasta lograr mitigar o disolver el dolor. La voluntad de comprender y destripar el dolor emocional es clave para superarlo, aunque ello exija en un primer momento el esfuerzo de encararse con el dolor. La alternativa es la inundación emocional o la negación de las emociones, y ambas son tremendamente dañinas. En el caso del desamor resulta útil intentar comprender que la ecuación, aparentemente causal, que solemos hacer entre amor romántico y autoestima personal es errónea aunque nos resulte casi automática. Por las características mismas del amor, amar al otro, o ser amado por alguien, tiene muy poco que ver con nuestra valía personal y mucho en cambio con la conexión, imaginaria o real, entre dos personas. El amor se parece más a una respuesta química instintiva que a una evaluación objetiva de las personas. Nuestra autoestima no debería depender de los vaivenes del amor romántico, que siguen su propia lógica.
En una sociedad obsesionada con la gratificación inmediata esperamos resultados palpables de nuestras relaciones de amor. Sin embargo, no todas las relaciones amorosas culminan con la unión de las personas implicadas. A veces, aunque hayamos amado al otro de forma sincera, las circunstancias personales impiden esta unión y la única salida parece ser la separación. Para la persona que ama con pureza, sin expectativas rígidas, esto no tiene por qué considerarse un fracaso, a pesar de la opinión decidida del resto del mundo. El amor puede haber aportado una miríada de emociones positivas al que ha amado y que es capaz de seguir su camino abierto al amor, sin resentimiento. Para quien puede aceptar la finalización del amor sin amargura la experiencia puede suponer autoconocimiento, mayor lucidez, la vivencia de emociones intensas, la conexión con otra persona. (Fuente: Texto Brújula para navegantes emocionales)
13.- Carta a la familia de un adolescente
Familia que aun estando formada por varios individuos y todos con su específica y diferente personalidad es al m mismo tiempo una unidad indivisible.
Como un trio de arcos un conjunto musicale, en el que el violín, la viola da gamba y el violonchelo tienen capacidades expresivas tonales y melódicas propias, pero la sonata emerge del conjunto de los instrumentos. Esta me parece una buena metáfora de la familia, un conjunto en el que las capacidades del individuo, y por tanto su personalidad irrepetible, son fundamentales, pero deben contribuir al logro de un resultado común. Pienso en el contrapunto, en cuando dos instrumentos entran en verdadera comunicación y las notas se suceden en un dialogo cerrado: la belleza es el dialogo, no los pasajes melódicos aislados de cada instrumento. Si tocan juntos, producen sensaciones musicales agradables, por separado, hacen pensar en algo incompleto y roto.
La familia es un conjunto y su primera característica es que todos los instrumentos participen, ejecuten su parte siguiendo la partitura. Este es el primer mensaje: nadie puede ser excluido de la familia de la que forma parte. El grupo nunca estará plenamente realizado si uno de sus miembros no es activo y acorde. Lo bueno del conjunto orquestal es que cada elemento se liga con el siguiente y todos están en función del conjunto.
Uno puede vivir renunciando al conjunto familiar, vivir como individuo, pero si decide crear una familia y renunciar al monos por el conjunto, entonces debe seguir algunas reglas implícitas que ha recordado el ejemplo orquestal: ser uno entre otros para alcanzar un objetivo común: individualmente es la ejecución de una composición musical, para la familia, realizar una sinfonía de sentimientos.
La familia es el hogar de los sentimientos, el resultado reside en estar bien juntos, en particular en el lugar físico de la familia, la casa.
La casa es especialmente importante. Lo es para todos nosotros, que la deseamos y la cuidamos hasta imprimir en ella un estilo de familia.
Cada familia tiene la necesidad de tener una casa que propicie el bienestar de los sentimientos. Tu familia no puede estar cargada por la provisionalidad de la casa. Me indigno cuando oigo exaltar la familia y olvidar una política de la casa, que garantice la madriguera en la que vivir en los momentos de dificultad y de alegría. La sociedad vista como conjunto de familias, debe garantizar como elemento primordial e inalienable una casa a quien quiera constituir un conjunto, para vivir lo más serenamente posible.
Soy padre y marido dentro de una familia sin la cual se me hace difícil imaginar cómo vivir. Me gusta hacer todo cuanto me parece útil y posible a fin de que también los demás miembros se encuentren bien. Mi serenidad produce un vínculo con ellos y esto implica, al mismo tiempo mi seguridad.
Esta es la vida de una familia: tú estás bien porque el conjunto, los demás, están bien contigo y cada acción que ti dirijas hacia ellos se refleja positivamente en ti.
Vivo en una familia que ha conocido las dificultades y el dolor y que está construida sobre la fragilidad.
No sabría vivir sin mi familia, no porque esté ligado por una dependencia, por la incapacidad para una existencia solitaria, sino porque me encuentro bien y porque aquí descubro la fuerza de vivir dentro del mundo, de ir por el mundo sabiendo y pensando siempre en mi punto de referencia. La familia no me quita la libertad de actuar individualmente, sino que me da fuerzas para hacerlo.
Formo parte de una familia que no es perfecta ni un ejemplo de romanticismo poético, pero ha resistido y seguido siendo, entre algunas sacudidas y altibajos de las mareas, el lugar de los sentimientos.
Quien piense que el afecto es un estatus continuo o que se apaga en función de la edad se equivoca.
No soy un entusiasta del trabajo a domicilio y siento compasión siempre que oigo que un padre o una madre se llevan el trabajo a casa y que, por tanto, transforman la casa en un despacho y están totalmente atrapados por la lógica del trabajo en vez que por el juego de los sentimientos familiares.
Llevarse el trabajo a casa significa huir de la familia aunque se comparta el mismo espacio.
Asimismo esta afirmación puede extenderse a una escuela insana que pone deberes para el hogar incluso en Primaria. Y las tareas del hijo siempre acaban condicionando la actividad del conjunto familiar y en el mejor de los casos, la madre se transforma en maestra que escucha el repaso de la campaña de Napoleón en Italia y después revisa los ejercicios de matemáticas. La escuela no debe prolongarse en casa, es más, debe impedir que se estudie y se hagan tareas en vez de vivir en familia (Carta a la Familia de un Adolescente).
Sugerencias para Leer
-Recomendada por Psicólogos de la Uned: experto en Adolescentes Jaume Funes Artiaga: http://www.gizarte.net/hirusta/tema14.htm
-http://psicologiamh.blogspot.com/2011/06/el-dificil-dialogo-entre-padres-e-hijos.html
http://psicologiamh.blogspot.com/2011/08/no-hay-padres-perfectos.html
Fuentes:
Carta a la Familia de un Adolescente Vittorino Andreoli Bestseller en Italia
National Geografic Cerebro Adolescente Octubre 2011
Los Adolescentes Augusto Palmonari
Psicología Social Uned
Psicología del Desarrollo Uned
Brújula para navegantes emocionales Elsa Punset
Una sana soledad adolescente- ES de la Vanguardia 13/04/13).
Recopilado por: María Helena Bonilla
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