miércoles, 27 de mayo de 2020

Un trabajo para el corazón


Cuando el tiempo pase, y quiera borrar mis recuerdos, debo ser honesta con los relatos  que escribo, decir la verdad, mi verdad, a la que intentaré ponerle toda la perspectiva posible a mis experiencias vividas con adultos mayores, que abarque, el corazón, y la razón, para de este modo, entregar el mensaje que me fue dado.

Has de saber Pepi, que te recuerdo cada día, mi corazón se enternece al pensar en ti, tu ligera presencia, ocupando sin ocupar espacio, has llenado unas páginas de mi historia, como seguramente las de otros que tuvieron la suerte de conocerte también. La vida te puso a prueba, desde muy pequeña, me contaste, que viviste tragedias, como la Guerra Civil,  fallecimiento de tus familiares, sola, escapaste para Francia siendo una niña, y a pie, parecía de película lo que me contabas, pero la vida me ha enseñado también a mi, que las películas se quedan cortas cuando de realidades hablamos, 

Me gustaba despertarte por la mañana,¿ te acompaño al lavabo? yo preguntaba, me respondías, ay que mal que he pasado esta noche,  me duele todo, yo desviaba tu atención del dolor, y  te decía, vamos para arriba, hoy te voy a arreglar el cabello, llevo la secadora, la espuma-tinte, una ampolla vitamina para el cabello, perfume, y crema. 

Me decías, yo con lo coqueta que era, tenia un cabello muy bonito, siempre andaba arreglada, no te creas que yo era así. Y yo dentro de mi limitada habilidad para peinar, te intentaba arreglar el cabello, escaso, blanco, reseco, con un remolinillo en la parte de detrás de tu cabeza debido a la presión de ésta sobre la cama, de largas horas de pasar acostada. 

Uno de tantos días, me dijiste orgullosa, sabes lo que me han preguntado en la misa del domingo?, Que si había ido a la peluquería!, y nos reíamos con complicidad, y  yo te dije, diles, si, tengo una peluquera personal.

Y al final tu personalidad, tu alma le daban brillo a ese cabello, garbo a tu frágil cuerpo, a pesar de encontrarte en silla de ruedas y  con un brazo muerto por el cáncer. Dentro de nuestras posibilidades ambas sacábamos adelante los momentos, y nos encontrábamos motivadas para empezar el día. 

Aún con esa imagen de aparente fragilidad, tu delgadez, y  disminución física, siempre que te observaba veía en ti, a una mujer guerrera, defensora de su punto de vista, haciéndose respetar  de cualquier arbitrariedad que surgiera, con la cabeza lúcida, y critica, y pensaba, no has llegado hasta aquí, con 96 años, por casualidad. En nuestros encuentros de lectura y meditación, aportabas con humildad y sabiduría tus conocimientos, respetando la opinión de los otros. 

Pero no siempre eran días buenos para ambas, habían días, que yo no estaba receptiva a tus demandas, sin querer justificarme, pero te digo que, si físicamente hubiera tenido tiempo para darte la atención que demandabas, seguramente te hubieras sentido más comprendida y atendida por mi parte. Sin embargo, teníamos días muy buenos, y con gran arte, tu olvidabas los malos, me hacías sentir que empezábamos de nuevo. Ahora me pongo a pensar, seguramente la vida te enseñó, que para sobrevivir, debías aprender a perdonar y a olvidar. Este pensamiento encaja muy bien con lo que me distes. 

"El amor vive más de lo que da que de lo que recibe" Concepción Arenal

Siempre que me veías, tenias unas palabras amables para mi, no te era indiferente, gracias por hacerme sentir tan especial, sobra decir, que tú lo eres para mi. 


Te llevaré en mi corazón

Con Amor, 

Maria Helena

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